Parcialmente nublado

Dejamos Katmandú hace ya más de una semana. Mientras tecleo estas líneas se cumplen 2 meses exactos de nuestro vuelo a Delhi. Da la impresión, cuando viajas sin prisas ni agobios, de que el tiempo se dilata. Han pasado tantas cosas en estos dos meses que me cuesta creer que todavía no estemos en 2016. Echas de menos tantas cosas y sin embargo te sientes tan feliz de estar rodando por el mundo. Caminando, leyendo, aprendiendo, conociendo gente, pensando, disfrutando, planeando. Conociendo mucha gente como digo pero, más importante aún, como me dijo una vez un tío mio, conociéndose a uno mismo. Qué extraño tan conocido. Qué conocido tan extraño.

Para ser francos, de Katmandú hay poco que rescatar. Pateamos de arriba a abajo la ciudad en busca de las embajadas de Bangladesh y Myanmar con el fin de tramitar sendos visados. La entrada a la plaza y atracción principal, Durbar Square, costaba 10€ y ya hablamos varias veces de que lo de pagar para ver edificios no es lo nuestro. Así que de eso no hay fotos. Para los curiosos, Google imágenes muestra unas tomas preciosas.

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Pagoda
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Colegio en Katmandú
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Entrada a Durbar Square
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Típico taxi en Nepal. La bocina un prodigio de la ingeniería (es esa botella)
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No me explico los continuos cortes de luz, la verdad…

Nos fuimos hacia la frontera con India en un cómodo, rápido y silencioso bus de 15 horas. Llegamos por la mañana y, si sois activos seguidores de este blog lo sabréis, cruzamos el puente disfrazados de “indios americanos”. La verdad que vino bien para alegrar un poco la mañana.

Llegamos a Darjeeling con la esperanza de encontrarnos otro McLeod Ganj; es decir, turisteo, poco tráfico y los últimos días de un efímero invierno. La capital mundial del nos acoge fría, sí, pero con tráfico y escasos blanquitos de esos que tanto nos gusta seguir para encontrar el hostal barato o la zona tranquila.

Visitamos la ciudad con calma y esperando a que Santi se recuperara de sus problemas gastrointestinales. WALL·E, Back to the future III, y algún que otro proyecto de futuro.

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La ciudad de Darjeeling vive de la venta de té. En Europa se vende a 140€/kg
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Plantaciones de té por toda la ladera de la montaña
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El Toy Train. Patrimonio de la humanidad según la UNESCO
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Cata de tés

Pasada la semana de vagueo, sumando dos ciudades que no destacarán, ni para bien ni para mal en nuestro viaje, decidimos poner rumbo al país de bengala. Nos aferramos a nuestras ganas de aventura y nos dirigimos a la frontera sin visa y sin saber muy bien si podremos conseguirla ahí o no (en internet hay muy poca información al respecto). Noche cerrada y allí estamos, plantados frente al agente que amablemente nos niega la entrada.

Pero lo que son las cosas. Si no hubiéramos decidido ir, aun a sabiendas de que era probable que nos dieran la vuelta, no habríamos conocido a Arif.

Nos niegan el paso ya que en ese puesto fronterizo no emiten visas On Arrival y tenemos que volver a Siliguri. A la espera del bus local de 3 horas (lo que en España igual es hacer una reserva con unos días de antelación, aquí es coger el bus de línea), vemos a otro mochilero. Pero no es europeo, tampoco americano, ni siquiera indio; es de Bangladesh. Fotógrafo y General Manager de una empresa de construcción en Dhaka. Pasa con nosotros el resto de la tarde y rápidamente se crea entre nosotros una confianza extrañamente cómoda que, muy seguramente, dará lugar a una gran amistad futura.

Habíamos leído mucho acerca de la desmedida hospitalidad y amabilidad bengalí, pero hace falta vivirlas para comprender las verdaderas proporciones que pueden llegar a alcanzar. Arif, que nos conoce de unas 3 horas, nos ofrece acogernos en su casa y de paso darnos unas clases de moto el tiempo que estemos allí. Una primera muestra de lo que en unos días iba a ser constante: la cálida acogida bengalí.

Tren a Calcuta y cruzamos la frontera a Bangladesh, 3er país de nuestro itinerario. Vamos un pelín retrasados respecto de la línea temporal que esbozamos al principio de este viaje, pero bueno, como nos va a tocar la lotería con el décimo que compramos del Bar Chicote, no nos preocupa demasiado.

Llevamos 48 horas en Bangladesh y ya se pueden decir muchas cosas de este país. Si nunca habéis sido famosos y queréis saber lo que se siente, pasearse por las calles de Bangladesh es la experiencia más parecida que podréis tener, os lo digo yo que sé de fans, autógrafos y papparazzis.

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Como famosos. Aquí el blog está teniendo exitazo
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Ni el cantante nos hace sombra

Primera ciudad, Khulna. Nada que destacar más que lo referido anteriormente: fotos y gente agolpada mirándote y preguntándose qué haces allí, siempre con una sonrisa. Bus a Barisal y, mientras tanto por la ventana, paisajes completamente distintos a los vistos hasta ahora. Extensas llanuras doradas plagadas de arrozales contrastan con el verde intenso que ofrecen las palmeras y los árboles plataneros. La vegetación abunda tanto que parece que de las casas vayan a salir árboles, y el agua aparece en todos los formatos y colores: ríos (en Bangladesh hay más km de ríos que de carreteras), lagos, charcas, riachuelos, aguas estancas de color verde, marrón, gris y, en alguna ocasión, transparente: en mi botella. Pero enamora, y tu sonrisa, heredada de tu abuelo, se le contagia a los bengalíes que no han dejado de mirarte desde que te has subido al autobús.

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Ríos, barcas y arrozales = Bangladesh
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This is the jungle, nigga!!
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Más paisaje característico de Bangladesh

Barisal se muestra más cosmopolita, pero sigue sin haber rastro de extranjeros. Todo el mundo se reúne a tu alrededor y el único que tiene una ligera idea de hablar inglés te suelta las cuatro típicas preguntas después del Hello Brother (el my best friend de India es ahora un brother, cada uno a su estilo), a saber: What’s your country name? Religion? What’s your name? Why you here?

La segunda pregunta cae con demasiada frecuencia. Ni en Nepal ni en India habían mostrado el interés que muestran aquí. Bangladesh es, en un 99%, un país musulmán. A dicha pregunta nunca sabes muy bien cómo van a reaccionar. Si tu respuesta es distinta de muslim su mirada va a ser, en la mayoría de ocasiones y cuanto menos, de extrañeza, pero al final nunca van mucho más lejos. Excepto aquél que se empeñaba en convencernos de que Mahoma era el mejor hombre del planeta, y que Iniesta estaba detrás. Si eres culé, en Bangladesh te vas a sentir como en el Camp Nou, la mayoría de chavales visten la camiseta del Barcelona.

Tras pasar nuestra primera noche en Barisal, nos dirigimos a Banaripara, un pequeño pueblo en el que todos los días tiene lugar un Rice Market. Se trata de un mercado de arroz muy poco convencional, donde la gente hace el intercambio de mercancía sin bajarse de la barca y en mitad del río.

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El Rice Market
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Uno de los vendedores del Rice Market
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Tras hacer la compra en el Rice Market

Cuando llegamos al pueblo nos vuelve a acoger el gentío, entre los que se encuentra Shanim, 43 años, de los cuáles 7 ha vivido en Madrid. A pesar de su prolongada estancia en la capital española, a penas chapurrea el castellano y estamos más cómodos hablando en inglés.

Nos acompaña al market y en el camino en barca nos propone comer en su casa con su familia. No contento con eso, nuestro recién colega nos invita también a pasar la tarde con él y sus amigos, dar una vuelta en moto enseñándonos los alrededores y dormir en su casa. Aceptamos de buena gana incluso habiendo pagado ya el hotel en Barisal.

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Con Shanim, como dos miembros más de la familia
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Comprando la cena. Damos fe de que estaba deliciosa

En el mundo hay gente que parece haberse concebido para joder y que su paso por el mundo ha dejado tantas heridas que, tras su muerte, es como si siguieran vivos, como si ni la parca les quisiera en compañía, sujetando un puñal con garras de acero y dando estocadas a diestro y siniestro. Se podría pensar que para equilibrar la balanza se halle el país de Bengala.

Hoy en día, tras los acontecimientos sucedidos en París, Beirut y Mali, hay un miedo palpable a cerca del Islamismo. El 99% de la población de Bangladesh es musulmana, y pocas veces en mi vida me he sentido tan acogido por gente que no conozco, o incluso por conocidos. Ni todo es blanco, ni todo es negro; existiendo, claro está, ambos extremos en cada rincón del planeta.

Todos los días sale el sol y todas las noches hay estrellas. Son las nubes las que nos impiden ver más allá. Deja de poner más nubes en tu visión, porque un día acabará lloviendo.


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